La moda que enjaulaba mujeres

Esta nota está dedicada a aquellos lectores que sean tan apasionados de la historia como yo. El arte y la moda son un fiel reflejo de la sociedad actual, y siempre lo fueron. Lo más interesante sobre leer acerca de la moda del pasado, es que podemos reconocer como todo cambio político, social o cultural se manifiesta en cada detalle de la indumentaria.

“La moda no incomoda”. Creo que no hay década en la historia de la vestimenta en la que esta sabia frase no aplique. Sin embargo, una de las etapas en las que mejor se adecua este refrán es del año 1830 al 1870, época en que la Jaula Crinolina reinó la moda.

El Miriñaque, también llamado Jaula Crinolina, Crinolina o Hooped Petticoat en inglés, era una estructura que le daba volumen a la falda. En sus comienzos, ésta eran aros de acero flexible que colgaban atados de la cintura y, podían estar unidos o no, a una enagua.

El término “Crinolina” nace de que, el tejido de la enagua, era hecho con hilos de lino y crin de caballo para darle mayor rigidez al textil. De este modo, las enaguas podían mantener el significativo peso de las faldas, las cuales a veces también se “crinolizaban”. A pesar de que los tejidos con crin de caballo se dejaron de usar más adelante, el término “Crinolina” se continuó asociando a la forma ahuecada de los vestidos.

Cuanto más amplia era la falda, más seductora resultaba. Esta rígida estructura que inmovilizaba a quien la usaba, simbolizaba la inaccesibilidad de la mujer. De esta manera, las damas reflejaban el poder de su marido y demostraban que, aunque no pudiesen hacer nada por su falta de movilidad, tampoco precisaban hacer nada, por tener todo a su servicio.

Durante este período perteneciente al romanticismo, se crea la tradición del vestido de novia blanco, el cual por supuesto, también llevaba un miriñaque.

El debut de la jaula, entre la década del 30 y el 40, fue con tal desproporción de sus medidas que, dos mujeres juntas no cabían por la misma puerta. Sin embargo, las dimensiones de la Crinolina continuaron creciendo hasta la década del 60, cuando ésta llega a su tamaño máximo.

Las mujeres usaban de cinco a diez enaguas, incluso a veces con volantes con refuerzos rígidos en sus extremos, para darle mayor volumen a la falda. El peso sobre las caderas generaba tal incomodidad que la estructura se vio obligada a evolucionar…

En 1850 las enaguas de crinolina fueron sustituidas por faldas bajeras almidonadas y emballenadas. Cinco años antes, en 1845, las jaulas fueron reemplazadas por otras más ligeras y cada vez más flexibles. Más adelante, la emblemática crinolina dejó lugar a aros emballenados en la parte inferior de la falda.

Lo innovador de la época no fue la creación de una estructura para darle forma a la indumentaria, sino que fue la ligereza de la misma, por estar hecha de acero. El miriñaque liviano incentivó a las mujeres de la época a fomentar su producción en masa, dado que era cómodo y fácil de reproducir. Sin embargo, esta ligereza también traía sus consecuencias. El tamaño de la jaula y su liviandad, hacían que la misma se descontrolara y, aunque no lo crean, muchas veces esto ocasionaba incendios.

A partir del 60 la crinolina comenzó a deslizarse hacia atrás, dejando el frente del cuerpo chato. En 1868 el tejido acumulado en la parte trasera del vestido generaba una cola, lo que dio origen a una especie de polisón que inició el “estilo polisón” en la década siguiente, en la que surge la Media Jaula Crinolina.

Es interesante observar en esta época como la mujer estaba literalmente enjaulada, privada de moverse e inhabilitada de hacer lo que más quisiera. La Jaula Crinolina representaba las verdaderas rejas tras las que vivía la mujer de la alta sociedad en aquella época. Este es probablemente, uno de los más claros ejemplos en la historia, de cómo la moda es una manifestación cultural y un claro reflejo de cada época.

The Strawberry Blonde