La magia de vivir, sabiendo que morirás

¿Cada cuánto recuerdas la más pura verdad de que algún día moriremos? ¿Una vez por mes? ¿Semanalmente? ¿Todos los días?

Yo lo recuerdo cotidianamente. Religiosamente y sin intención de hacerlo. Todos los días, generalmente antes de dormir, entro en la más profunda conciencia de que algún día, todos nos iremos de esta vida tal y como la conocemos. Es una verdad que nadie puede negar. Lo que sucede después, está en la fe de cada uno.

A veces pienso en la muerte con pánico, otras veces en armonía y algunas veces con más fe que otras. Por muchos años pensé que todas las personas recordaban este incuestionable hecho con la misma frecuencia que yo lo hacía, hasta que entendí conversando con amigas, que no es así. “Estoy maldecida”, pensé. “Entro todas las noches en una sensación de vértigo absoluto, y a muy pocos les sucede lo mismo”.

El año pasado leí “Manual de vida” de Epícteto, un texto con las más sabias frases del padre del estoicismo. Es el único libro que le recomendaría a cualquier persona en el mundo. Luego continué profundizando en las enseñanzas del filósofo y descubrí el concepto memento mori, en español: “recuerda que morirás”. Los estoicos intentaban que este pensamiento estuviera siempre presente en nuestras mentes. Es curioso como algo que para uno puede parecer un martirio, ante los ojos de otro, puede ser una bendición. Los renacentistas colocaban una calavera en sus escritorios para inducirse a un memento mori. Conocer este hecho me hizo sentir sumamente afortunada ante mi miedo más grande.

En la Antigua Grecia, se decía que los dioses envidiaban al hombre por su condición de mortales. Debe ser más fácil reconocer las ventajas del memento mori cuando lo adquirimos en conciencia, que cuando lo traemos ¿quién sabe de dónde? Me costó entender sus beneficios porque es algo que está conmigo desde que tengo recuerdo. Sin embargo, hay un par de aspectos de mi vida que siento se las debo a esta profunda conciencia que por muchos años rechacé.

Cada vez que abrazo, abrazo como si fuera la última vez. Cuando converso, dejo el celular a un lado para disfrutar al máximo al otro, porque nunca volveremos a ser o estar, tal como somos y estamos hoy. Me atrevo a soñar como si fuera la única vida que tenemos por vivir, aunque sin excesos; y priorizo tener los pies bien arraigados a la tierra, para hacer mis sueños realidad. No hago nada a medias, porque me gusta estar cien porciento viva. Y como algún día moriré, no planeo el disfrute de mis vacaciones, sino el disfrute de mi día a día: tomando la más sabrosa taza de café por la mañana, dedicándome a mi pasión y cultivando por sobre todo, esa relación que me acompañará hasta el último día: la que tengo conmigo misma. 

“Vivir, sabiendo que morirás, para morir, sabiendo que viviste.”

The Strawberry Blonde