¿Tienes un sueño pero lo visualizas a kilómetros de distancia? ¿Consideras que te faltan herramientas para poder ensamblarlo? ¿O sientes que es demasiado tarde para comenzar de cero? Así me sentía cuando vendía biblias en un supermercado.

Mi infancia transcurrió en Chiclayo, una alegre ciudad al noroeste de Perú, donde pasaba infinitas horas cosiendo pulseritas con semillas de guabas. Salir a trabajar a una temprana edad, no fue una opción, y con 20 soles en mi bolsillo, emprendí un viaje rumbo a “la ciudad de los reyes”. Comencé vendiendo biblias en un supermercado. Sin embargo, siempre sentí que había algo más para mí. Conseguí trabajo en un banco, donde descubrí mis dones de vendedora. Luego me sumergí en el mundo de la plata peruana. Me deslumbró ver cómo un puñado de granulitos se podían transformar en magníficas joyas. Al pasar los años, seguí frecuentando el banco, pero para vender mis alhajas y romper con la monotonía en las oficinas de la ciudad, regalando momentos de luz. Caminé Lima entera, calle por calle, año tras año, forjando mi cartera de clientes. Así fue como, un día, cumplí mi sueño de estudiar y graduarme como especialista en diamantes en GIA, Nueva York. Con mi técnica de orfebre pulida, como quien pule un diamante en bruto, Imelda de Val comenzó a brillar. En retrospectiva, qué suerte haber creído que había algo más para mí.

Me veo reflejada en cada una de mis joyas: fuertes, transparentes y resilientes. Mi propósito es darle a la mujer ese toque que necesita para brillar, ofreciéndole luz a través de mi historia o de mis piezas, hechas a mano en Perú. Te invito a descubrir Imelda de Val: una joyería, una historia, una forma de expresión.

Valery Lisboa,
Fundadora de Imelda de Val