¿Ser parte o ser uno mismo?

¿Ser parte o ser uno mismo? La respuesta podría parecer obvia pero en muchos casos, no lo es. Y es increíble como un 50% de esta pregunta la contestamos con el modo en que nos vestimos. Sin duda, todos somos únicos, sin embargo, no es casualidad que esas personas extraordinariamente diferentes siempre vistan distinto al resto, con el costo que eso implica. Después de siete años reflexionando en este tema, hoy finalmente me animo a escribir.

En el 2012, con dieciséis años, me mudé a Montevideo después de toda una vida en Buenos Aires, lo que nos convertía, a mi y a mi hermana, en “las porteñas nuevas”, con todo lo que eso conlleva. Hablábamos diferente, vestíamos diferente, escuchábamos otra música y, por más de ser del país vecino, éramos sapos de otro pozo.

Integrarme nunca había sido un problema en mi vida hasta este momento y un día, mi psicóloga, decidió confesarme las verdaderas dos opciones con las que contaba. “Integrarte es tan sencillo como comenzar a hablar, vestir y ser como ellos. También podés elegir ser vos misma, pero mantener la autenticidad es un camino más largo si querés formar parte, aunque más gratificante a largo plazo”. Ella podría, como cualquier otro psicólogo, haber fomentado mi unicidad, sin embargo, prefirió simplificarme los dos caminos que podía tomar, con sus pro y sus contra, con el fin de que yo eligiera libremente.

Como hablar distinto era un tanto forzado, mi opción de integrarme colgaba todas las mañanas en mi ropero. Es increíble como el poder de la vestimenta puede ser tan subestimado a veces. El secreto es, que es más fácil recibir a alguien igual que alguien distinto y consecuentemente amenazante como todo lo desconocido. Si hubiese vestido la tendencia local del momento, tal vez subconscientemente, habría hecho creer que era igual y habría simplificado el proceso de aceptación por el que estaba pasando. Hoy, miro hacia atrás con orgullo a mi niña de dieciséis años, en una edad de plena inseguridad, por cómo elegí ser yo misma.

¿Me integré? Llevo su tiempo pero logré que me aceptaran tal cual era y, paralelamente, seguí desarrollando con tanta seguridad esa persona en la que confiaba quería ser y hoy soy.

La vestimenta es el secreto primer paso para casi todo en la vida. Si lo que queremos es formar parte de determinada comunidad, es tan sencillo como comenzar vistiendo como ellos. Si deseamos destacarnos, la ropa es una buena manera de llamar la atención. Si aspiramos a un acenso en el trabajo, la clave es vestirnos como lo haríamos en ese siguiente puesto, para que nuestros superiores puedan visualizarnos allí. Si queremos transmitir confianza y seguridad, la respuesta está en elegir los colores indicados según la psicología del color. Como decía Christian Dior: “Para cada sueño hay un código de vestimenta”.

Cuando, como en muchas ocasiones, no tenemos la oportunidad de hablar, nuestra imagen es quien se ocupa de hacerlo por nosotros, logrando que el otro genere una representación interna de uno.

¿Ser parte o ser vos mismo? No son excluyentes. Si ser vos mismo es demasiado controversial, tal vez lleve más tiempo formar parte de un grupo, pero es importante saber con qué aspectos de uno estamos dispuestos, o no, a negociar. Quienes aceptan a personas distintas, generalmente son personas seguras de sí mismas (y nada mejor que tener amigos con personalidad). Si ser parte es una necesidad de urgencia, porque tal vez, queremos integrarnos a un grupo de trabajo para que nuestras ideas sean mejor apreciadas, es tan sencillo como comenzar por acompasar al resto en su manera de vestir.

La elección es tuya. Ser uno mismo siempre va a ser mi consejo, porque, como la mayoría de las cosas con mayor costo, siempre son mejor recompensadas.

The Strawberry Blonde