Valentino relata un cuento de hadas
Los flecos se mueven al compás de cada pisada. Los pompones oscilan de izquierda a derecha como campanas anunciando su gran retorno a la moda y para el final, creemos sentir el aroma de tanta flor.
Vibrantes matices forman parejas inusuales pero indiscutiblemente perfectas. Otros tonos expresan su escancia en la pureza y elegancia de una monocromía. Mientras, il rosso valentino es quien nos transporta a los orígenes de la casa.
Largas capas de seda acarician el suelo, pero son los poderosos ojos y los majestuosos tocados los que nos hacen creer que son diosas quienes recorren la eterna pasarela de la maison italiana.
La abundancia y la dulzura de importantes tejidos se inspira en las obras manieristas de Rosso Fiorentino. Los brillos se asoman con cierta timidez por debajo de las mangas, pero para el final del show, su pudor desaparece por completo.
Algunos tejidos hacen al ojo viajar por paisajes de fantasía y las capuchas son quienes nos terminan de adentrar en un misterioso cuento de hadas. Los accesorios nos remiten a ostentosas tribus de carácter fuerte y los moños en el calzado nos recuerdan que cada paso que damos en esta vida, es un regalo.
La altura de las modelos imprime gracia en los vestidos, la espalda se presenta como el arma de seducción femenina por excelencia y la piel juega al escondite detrás de los más sofisticados calados.
El magenta ya no teme prescindir del cian o el amarillo, porque en las obras de Piccioli, cada pieza brilla por su individualidad, y la diversidad solo es motivo de celebración. En Valentino, ya no vemos jaulas, sino aves libres que vuelan alto.
Cerró el desfile un poderoso vestido morado con volados despidiéndose en movimiento de los invitados con los ojos vidriados llenos de emoción. Detrás, salió Pier Paolo junto a las manos que dedicaron más de 990 horas a crear una obra que define el significado de belleza en el mundo contemporáneo.